sábado, 19 de marzo de 2022

De tanto en tanto hago grande su nombre y su nombre es más grande de lo que nunca dije

Hoy he encontrado un CD con canciones de otra vida
y ponía, fuera ponía ‘‘Sevilla, mayo 2009’’.

Su letra redonda haciendo curvas hasta tocarme.

Hago grande el tacto de sus muslos en aquel palco y
hago grande el lunar de encima de su boca y
hago grande aquella sala de revelado y
hago grande la culpa por no haberle dado 
ni siquiera entonces
lo que quise darle.

De tanto en tanto hago grande su nombre y
su nombre es más grande de lo que nunca dije.

De tanto en tanto,
este agujero.

Si pudiera meter los brazos
alcanzar a la que fui y decirle:
Querer a otra mujer es querer, y no es culpa.
Decirle, no es culpa.
Duchar su angustia.
Pero.
No puedo tener 23 y ser su mon amour en una lista de Spoty.
No viviremos juntas en París. Haríamos tan buena pareja. Ni en ningún lado.
Y sin embargo seremos felices.

Escucho ‘‘Sevilla, mayo 2009’’.
Me niego al disfraz leve,
(me acerco a tu boca la meta es tu boca beso tu mejilla)
a pensar que ella ya no quiere acordarse de que fuimos
(te presento a mi amiga)
dos fieras suaves amasando el límite.

sábado, 9 de octubre de 2021

de sentirse ridícula en aquella terraza

(2017)


Dos cafés siete cigarros
en la terracita del dominicano.
Y este temblor en las manos
que yo sé que no es en las manos,
que más adentro,
pero que mis manos lo cuentan.
Y sé que no es el café,
que adentro
que más
espeso que el café.

Érase yo desayunando en la terracita del dominicano.
Con toda la pena honda de que un chico no me llama.
Entonces la vejez,
creo que de eso venía a hablaros:
la vejez en dos ancianas
contándose cosas en la mesita de al lado
porque necesitan contarse cosas
(porque aún les pasan),
porque necesitan tener algo que contar porque la vejez,
seguro que te mata.



- Pendientes falsos,
mira,
que está el barrio muy malo.
Han robado a Isabel
en su mismísima casa.
''No me empujes que no puedo abrir la puerta'',
le dijo al chiquito de la navaja.
Y cuando me canso
me los quito.
Porque me aprietan.

/


La vejez ha salido esta mañana
(de acumular yo cafés y estar llorando porque un chico no me llama)
a comprar naranjas.
Porque necesitaba naranjas porque necesita
necesitar algo.


- Ochenta y tres, en noviembre.
- Pues se te ve muy bien.
- Pues no te creas.


La vejez son dos señoras
que están aquí sentadas a mi lado
y que son bastante iguales pero que a mi edad
tenían cara.
Cada una la suya.
Y que ahora tienen perritas
(que las necesitan para bajar a hacer pis, y caca),
y naranjas.


Veréis, es que esta mañana
yo tenía fuerte que llorar
porque un chico no me llama.

Porque un chico,
no me llama porque un chico no me llama.

Y porque he soñado que este chico
se fugaba
en una fuga de serie norteamericana
con otra que no era yo, norteamericana.

Veréis, cuando me he despertado
me ha contado el whatsapp
que esta noche se ha muerto el último hermano de mi última abuela.

Pero ganas de llorar
porque
el tipo
no
me
llama.





domingo, 9 de julio de 2017

Os lo voy a contar todo

(no seas mentirosa).

Bondage romanticón

Has guardado la compra en la nevera,
he juntado el ron con unos hielos,
has respondido los whatsapps y
yo finjo interés contra los lomos
de tus libros.

Ahora,
voy a intentar entenderte los pechos.
Y a bebérmelos.
Y quiero que tú entiendas mis muñecas.

Vamos a amarrarnos al momento
y a gemirle afónicas al cuero.
Enséñame las palmas de tus manos.
Vierte cada forma tuya de ser agua
en cada forma mía de ser cuenco.

Y acabemos de una puta vez con ésto.
Démonos la mano para echar
por la ventana este posible
como mantis sin hambre
crudas y saciadas, satisfechas.

Te propongo un bondage romanticón
y una petite mort bastante tocha.





domingo, 13 de septiembre de 2015

di un olor.

Que apenas tengo un olor, dijiste.
Yo quiero tener un olor.
Uno lo suficientemente mío y lo suficientemente de otras
que haga que te gires en la calle porque de repente
AY
y entonces yo
sin cuerpo y en mitad de tu camino
(valiente hija de puta)
oliendo a, UH,
con un olor que sea volver a alguna casa,
ésta que soy yo y que llevo a cuestas
como un caracol.

Tenía una amiga, Paula.
Paula tenía un olor que era el olor de su casa.
La ropa que me dejaba Paula era llevarme a Paula. Quedármela.
Me enamoré de su madre, y de su padre también. Un poco
(porque yo a la edad de apenas tener años,
ni olor,
ya era muy de enamorarme de la gente con montones de años).
Los abrazos que me daba Paula eran como unas llaves
haciendo clín clín clás hasta su casa. Hasta sus padres.

Tú también tienes un olor
muy tuyo
y un poco de otra gente.
A veces estoy caminando y de repente,
AY, AY. UH.


miércoles, 9 de septiembre de 2015

muertos de sangre

Esta noche he hablado con los muertos.
Grandes, profundos, afilados.
Tallándome amenazas en la panza
cosiéndome las faltas que he faltado.
Muertos de sangre usando nombres de árbol.
Y arrugaban con pezuñas mi garganta
Para impedir que me saliera el aire.
Casi me ahogo, de dentro, incapaz de deshacerme del aire.
Toda esta vida que yo sí pero ellos nada.
Me estaba ahogando.
De no poder gritarle a la muerte de mi padre.
Quiero gritar gritarlo todo.
Mi abuela era una vieja de doce años
¿no me reconoces?, preguntaba.
Media melena oscura tez morena silueta delgada
¿no me reconoces?
¿no reconoces a tus muertos de infarto
A tus muertos de alcohol
de navaja
de tos
de bien mal curado?
Esta noche he hablado con algunos muertos largos
con algunos muertos tiernos y con muertos que he matado.

La taza dice Bonjour!, la puta taza.
Inflada hasta el filo de cereales y fantasmas. 

sábado, 18 de julio de 2015

leve

La vida puede ser más leve la vida puede
estar esperándonos en el Dunkin' Donuts
respetar las señales de tráfico leer,
la versión online de algún diario,
y llevarnos a comprar rosas de plástico a algún chino.
Puedes intentar mirarme flojo, más flojito,
rascarnos mutuamente las espaldas,
salir a correr los domingos -qué bonito que han dejado Madrid Río-,
hacernos cosquillas a ver
quién se mea antes.

Te miro
y me acuerdo de que no queda lechuga.
Pero pienso también que
qué bonito ese lunar,
qué cara de paz, mientras duermes,
qué bien huele tu nuca,
vaya culo.
Tú me miras interrogando las pausas
insistiendo en que te escondo tramas retorcidas,
jurando que saltarás de mi mano
cuando me atreva a saltar
y mataremos los fantasmas que viven conmigo.

No has pensado que la vida viene sin paracaídas,
que tienen nombre, mis monstruos,
y me acompañan bonito
ni imaginas que lo que más me preocupa es
que el bocata lleve muchos calamares,
que la cerveza esté fría,
que las sábanas huelan a suavizante,
que funcione el ascensor que me toques
mucho el pelo
mientras dices, vaya mierda,
ya no hay nada que merezca la pena
en la televisión.

viernes, 17 de julio de 2015

nosecuántos pies

Hay días en que se te mezclan todos. Te pones a pensar en la terraza en la que desayunabas con M y en seguida estás recordando cómo era querer a J. Vienen a tu memoria todos los avisos de C (es ahora o no va a ser), la forma en la que D lograba que se te mojaran las bragas tocándote apenas el hombro y haciendo bailar hueso contra piel. Y ya no sabes a quién echas de menos.

Y le escribes un mensaje a C para que entienda, ¿lo sabrá quizás?, lo terriblemente importante que fue. Y le dices a C que gracias por haberte querido cuando tú estabas doblada una vez y diez sobre ti misma, abrumada (¿en serio me quisiste tanto?), hecha un ovillo de nervio y duda. Porque de repente necesitas, necesitas absolutamente y con prisa que C entienda que tú sí que quisiste pero que, y, joder, la boca de C, voy a escribirle a C un poema voy a.

Pero entonces D. Mierda, D. Qué difícil nos lo hiciste qué de trampas le pusiste a las ganas que tuve de… a las ganas que tengo de. Mierda, D, tengo que llamar a D, decirle que.

Y paseas sola por la calle en la que J saltó del tirón seis cajas de cartón hechas fila sobre el suelo, y el amor con J se te antoja Amor, y el amor de M sabe a cruasán francés y qué ricos los cruasanes y qué hambre, qué hambre de M por dios.


Y ya no sabes a quién echas de menos. Y vuelves a casa y hablas con una pared muy blanca y le dices, le dices a una puta pared ay, cómo os he querido, cómo os quiero tanto a tantos yo, joder. Y te metes en la cama y nosecuántos pies, nosecuántas manos nosecuántas bocas hechas agua, nosecuántos cigarritos de después.

Mira gracias, no.

Hay personas que vienen para enseñarte lo que no.

Creo que rara vez lo saben
y creo que luego del dolor, les pensamos en la acidez de un gracias. Mira gracias, así no.

Él me preñó de noes nuevos
que desenterraban algunos de los síes
con los que la cagué, antes.
Noes que apenas le nombran que no le conocen: me ha devuelto culpas de otros que hice culpa mía
me ha devuelto
la vergüenza
la arcada
la trampa en el trato esta mordaza rara. Qué poco me pega el silencio qué mal me va.

(Él que por no querer no quiso ni serme importante.)

Hay que ser muy rápida en el no. Y hay que ser coherente.
A veces es más fácil
hacer Sí. Bueno, Vale.
Dejar que te hagan un sí en el contrato,
en la terraza del bar
en el bus
en el coño.
Este coño es mío. Sí, ya sé que lo sabes. Lo que no dije es que no. Que contigo no que así no.

Hay personas que llegan para enseñarte a echarlas.
A echarlas con serena
gravedad
con una certeza de cuna hija de las dudas mayores.

Cargo bien los labios brota un: no.
Así no. Bueno vale no,
gracias.



ven vamos a hacernos mimos en una canción de Silvia Pérez Cruz

hoy estoy pensando que tal vez
existas.

y sospecho que tú eres
Nadie.
que está de fiesta la imaginación.






jueves, 28 de mayo de 2015

qué plan

Huelo mal. Abro las piernas para extenderlas sobre el macuto y la señora de mi derecha se entera inevitablemente de mi sexo. Estiro los brazos para hacerme una coleta y el señor de mi izquierda acusa en un gesto arrugado el sudor de mis axilas. Hace muchos días que no paso por casa y ya no sé qué casa es esa. ¿Pesa mucho?, pregunta en el ascensor del metro un extraño en nuestra única oportunidad de compartir diálogo. Un poco, pero ya llego, he respondido. Ya llego a dónde. A qué estoy volviendo.

Hace muchos días que salí de casa. Que guardé en este macuto lo primero que alcancé a tocar en el armario entreabierto y oscuro. No quise encender la luz supongo que para no despertarme. He subido a autobuses y he parado en estaciones de servicio. He robado tabletas de chocolate y casi me llevan a comisaría por una lata de acuarius. He dormido en las aceras hasta que pude dormir en la arena. La arena por fin, había pensado. Pero qué va. Ni idea de qué fin es ese, a estas alturas. No sé qué aventura es esa que estaba esperando.

La ciudad es salvaje. Tengo que ahorrar para sacarme el carnet, quiero comprarme una furgoneta como la de Cris, la chica por la que quise emborracharme en el kilómetro equis y que se me escapó de seis besos y tres dudas.

Vuelvo a casa, cómo estáis. Bien, bien, toda una aventura. Bueno bien, un poco volada. Voladísima. Dónde está esa ducha. A ver si me sale algún curro, quiero sacarme el carnet, voy a comprarme una furgo y a montar dentro una cama. Voy a mirar las estrellas de los sitios sin farolas con la cabeza colgando por fuera del maletero. Y a hacerme un dedo y que no baste. Voy a seguir buscándome la soledad del viaje. Huelo mal, dónde está esa ducha.

lunes, 18 de mayo de 2015

me muerdo los dedos cuando

tengo un padrastro.
Cuando quiero mojármelos.
Cuando quiero que te mojes.

Lo hago casi siempre que estoy preocupada. Nerviosa. Asustada.
O distraída, también cuando me distraigo.

Tengo en la boca los dos pulgares
porque estoy a punto de ganar algo.
Cuando pierdo, tengo en la boca los dos pulgares.

Me he metido el anular en la boca para hacer sonar tuc-tuc a mis uñas contra los dientes.
Para leer sin la voz.
Para esperar a que termines de leerme.

Me muerdo me chupo los dedos
cuando saben a comida. Cuando la comida es tu orgasmo.
El mío.

Me meto en la boca los dedos
porque estoy de foto.
Porque ay, pica.

sácate las manos de la boca,
que están sucias.
Yo me muerdo
mucho
buscándome el placer el dolor la conciencia de la carne.
Mi sangre.


sábado, 16 de mayo de 2015

sal.


Quiero la piel roja de sol y salada
el pelo apelmazado en mechones rizados de sal
Quiero ojos vena roja y uñas escama
el oído buceando caracolas y el
ombligo acunando una arena blanda.
Límpiame tú, mar, de lo que no será.

Hoy he soñado que conocía a tu hijo.
Tenía el pelo rubio pero nunca fui su madre
estaba aprendiendo a andar y nos mirabas con vergüenza
porque nunca fui su madre.

Me he soñado pegando la oreja a una pared de esperas.
Al otro lado le hablabas de mí a tu psiquiatra y ella te decía
basta
olvida a esa mujer ya basta,
tú desesperabas.

Buenos días soledad. Yo quiero el agua turbia
con las olas leves
haciéndome en el iris un paisaje
de geometrías suaves.
Limpiarme esta mañana en agua sal hecha de lágrimas
que no lloré yo. Que lloró la soñada.

lunes, 11 de mayo de 2015

setecientas treinta noches conmigo




Va a hacer dos años del día
que cumplí veintiséis años y dijimos:
esto no va, mi amor, qué puta mierda, qué locura.
(Y algunas palabras más).

Setecientas treinta noches abrazándome al cojín marrón de terciopelo
al rojo pequeñito al azul marino a una sudadera al bulto del edredón a otros cuerpos que no son el tuyo                                                                                                               a
                                                                                                                          lo                                                                                                                                                            que                                                                                                                                                                     sea.

A los seis dormía sola y a los veintiséis, ya ves.
Fue faltarnos y no sé
concebir el sueño sin algo
que haga nido al otro lado de mi codo, que amasar con los dedos.

Había un dolor de pájaro roto en las noches sin otro,
en las noches con otras que quise olvidar antes del desayuno.
Había un dolor, mi amor, de no estar sabiendo
que no existe forma de que duerma sola.
De no haber entendido que nadie
duerme
nunca
en una cama vacía.

domingo, 10 de mayo de 2015

zumo de asfalto


Se ha puesto las botas de agua porque no tiene sayo y en este mes nunca se sabe qué va a hacer de nosotras el clima. Y sobre las botas una falda corta que le enseña a todo el mundo sus rodillas moradas. Y sobre la falda una camisa sin mangas que deja ver unos brazos salpicados de lunares. Dan muchas ganas, al verla pasar, de echar mano de un bolígrafo y unirle aquellos puntos para hacer constelaciones.

Casi todas nos quedamos con las ganas. De hacer constelaciones en sus brazos, de recogerle el pelo tras la oreja (quita, que así estoy muy fea), de sacarle a manotazos las botas de agua y darle besos en la punta de los dedos de los pies (¿has visto qué bonitos, mis pies, con las uñas pintadas?). Camina hacia rincones que no cuenta a nadie y empiezo a sospechar que no va a ningún lado. Quizás porque ya está donde buscaba: Madrid es la casa hiperactiva y cementada que imaginó en la infancia de trigales, el olor a coche atravesado, el sabor a zumo de naranjas-gasolina. Madrid es una excusa para no tener que seguir siendo esa que todos esperaban, porque en Madrid sólo cuenta de sí lo que quiere que el resto contemos después, cuando marcha. Yo sé que la sé de mentira, pero es una mentira hermosa, la que enseña.

Todas nos quedamos con un algo de su ausencia prematura, con un algo de su voz rota y su tacto. Todas las que hemos brindado con sus manos frente a un vino blanco, las que se quedaron en el portal, las que le empapamos de olor a intimidad las sábanas que cambia, deprisa, la mañana en que nos vamos. No hay forma de no recordarla.

Está sola y pienso que se basta. Los cardenales de sus rodillas de los que antes te hablaba son de lanzarse aprisa contra lo que viene: y lo que viene es nuevo siempre, y en lo nuevo no le cabe nadie que ya ha estado. Tan inabarcable-tan ligera-tan honda, su huella de piel alunarada y esa sonrisa de niña que se ha terminado a escondidas las fresas que mamá preparó para los invitados. Tan de paso por todas-tan de paso en mi historia que ser anécdota en su mes de mayo es diminuto y me basta.

jueves, 11 de septiembre de 2014

C

Ya,
yo también hago como que tú no, ¿que tú quién? Ah, la de entonces.
En realidad no es difícil (los años hacen costumbre). 
Sólo que no eres la de entonces.

Otras veces me dejo pensarte
en el tacto a nuevo de todos nuestros besos,
y te pienso dedos de uñas rojas y cuerpo de
es que nunca he visto un cuerpo tan como el tuyo, tan.
Mira, no sé cómo se dice.
Dame un adjetivo que te celebre absolutamente.

Éstas cosas, ¿ves? Tú la promesa de callarte y yo
seré ridícula
pidiéndote la palabra para decirte.

Sigo sintiéndote mal
pensándote el color del pintalabios
recordándote el olor que ya no usas
queriéndote así, ya te lo sabes, exactamente lo insuficiente.

domingo, 27 de julio de 2014

Vuelve

(disimulemos que es un intento de orden despojemos de drama a las voces)
Oyetúparaya y mírame
¿ves? estoy
casi casi
atreviéndome:

Olvídate de perdonarte
límpiate el caos desenrosca el miedo y vuelve
con tu aspecto de dandy a contarme historias de gamberros,
sé cursi,
deja que te bese los tatuajes.
Venme emocionado porque soy preciosa y por fin
¿quieres?
decírmelo.

Prolonga la tregua, pacta con la luz que te ha hecho brote
desintoxícate
de la mierda esa del fracaso haz de mí tu metadona fúmame en papel de arroz, si quieres y deja
de jugarnos la ruina desechando este posible,
nótame importándote
deshazme de los otros elígeme.

No se dice elígeme. Pero vuelve,
con tu bicicleta rota y la boca llena de limones a recordarme
que apenas tenemos una historia,
a lloverme de a pocos,
a buscar formas de nube.

Estírate como un gato hasta alargar nuestro amor breve.

domingo, 20 de julio de 2014

bienvenida

Toda la belleza que he sabido prepararte
es este desorden.
La sartén con barcos de clara de huevo
la colcha de cuadros desbaratando
secuencias cromáticas
hecha un nudo a los pies de una cama
con olores,
para que les respires.
Yo dormiré en el sofá, compartamos toalla.
Las esquinas deshaciéndose en las tapas de los libros
mi peinado de siesta
los ceniceros hasta los topes las huellas en los cristales.
La belleza de la mugre, ya ves, minúscula la revancha.
No satisfacerte es tan fácil.
Ni siquiera es grave esta suavidad con la que serme a tu margen
arriesgando tejidos a 60º, no, no hay suavizante,
mientras digo bienvenida,
-encuentras pronto excusa para la visita breve-
a esta casa que por fin no ha sido nuestra.

domingo, 29 de junio de 2014

Cuando me falta suelo te busco el nombre

Vengo diez años después de imaginarte. Diez años es mucho tiempo para ensanchar-olvidar-rehacer-deshechar los amores platónicos: yo te había construido casa y aficiones, respuestas escritas a mi coqueteo ensayado, tú y yo habíamos compartido una playa, mucho sexo y comida casera. Allí, en la imaginación, en el aire.

Te llego tangible con el maletero a reventar de un futuro que no existe. Me dejas llegarte, nos gusta, nos sorprende, me haces agua, te hago grande, nos descubrimos nuevos: tú no eres mi mito adolescente, yo no soy la niña que descartaste. Tus vinilos, tus cosquillas suaves, tu cuerpo como una cueva templada y los balcones que me asoman a una ciudad donde nadie, apenas tú, me conoce.

Cantamos en tu coche y me parece que no necesito más. Pero hay más: tu mano en mi pierna, la mía hecha círculos sobre tu nuca, el perfil desigual de tu barba recortado contra un cristal que recorre paisajes a donde queramos. Porque podíamos haber sido eso: lo que queríamos, en vez de estar siendo aquí, con aquís diferentes, lo que no pude. No supe. No quise.

Los amores platónicos sólo hacen nido en el aire. Y sin embargo tú me diste suelo firme, cálido, para intentar sujetar este caos a alguna parte. No he sabido. No he querido. No se puede. Cuando me falta suelo te busco el nombre.

viernes, 27 de junio de 2014

Gorda

Tamara de Lempicka

Un día voy a encontrarle belleza al tabú que me nombra. A reconciliarme con el niño que se clavó frente a mi pupitre y desató todo el dolor de la etiqueta que no quise: gorda, dicho a los ojos con conciencia de disparo, gorda. Voy a perdonar a los tipos de acné y litrona que descalabraron mi esperanza de que alguno me bajase las bragas, porque gorda. A responder , a decir vale. Perdonar a fotógrafos, pintoras y cineastas por negarme. Al eufemismo que me brindas con amor, por negarme.

Alcanzado el vale, me lo traeré al colchón y grabaré con la cámara del móvil algún modo hermoso de tocarme. Porque, cuando sepa, sabré cómo tocarme hermoso. Quiero eso. Grabar esto, ésto, este cuerpo grande de dunas con pliegue y despliegue. Dunas para surfear a dedo. Embriagarme de carne, reconciliarme con la carne, celebrar el cuerpo que soy, encontrarme yo el placer. Mirar el vídeo. Correrme de mí. Justo un gemido después de perdonarme.



martes, 17 de junio de 2014

''Pequeña dimensión del tiempo/ es esta mujer''

Si hay algo que agradecer a los creadores de whatsapp es que me sigan guardando tu voz en breves y no tan breves notas de audio. El espacio leve que le dimos a los besos no me basta y además se confunde. ¿A qué dije que sabías?, ¿me acariciaste cómo, la cara? Durante un tiempo anduve intentándote, sin alardes de pasión sin muestras de arrebato: te había decidido así como a medias, en boceto, cargada de 'por si acasos'. Te intentaba tibia y apenas te encontré dos, tres veces. Tibia tú no, tan viva, tan despierta, tan poco callada. Tu nombre no le hace justicia a las tantas formas que tienes de ser maravillosamente rara. Una de ellas fue decidir recitarme algo sobre un amor alto y claro, tan tanto como ''Polonia invadida
Cyrano callando, un coche estrellado,
un último aliento, cosas así''.

Empezaste a acumular en la memoria interna de mi móvil notas de audio que quisiera cancionar, o no sé, ponerme en póster. Y los poemas que enviaste trampean sin vergüenza al calendario. Me dejan volver a decidirte un poco, a decidirte en dosis pequeñas, una cucharilla, gracias, de intención.

Hoy vuelvo a saborear ''el primer trago de cerveza'' y los baños del domingo, noto tu deseo en las palabras postapocalípicas de Durás y ''me matas, me das placer''. Sí, tu deseo. Tu risa delatándote, tu voz,
''las palabras
que iluminan lo oscuro,
tu voz
sin rostro,
sin límites,
estallido de Luz
tan lejanamente
cercano''.

Hemos construido una conversación de whatsapp que no cabe en ningún sitio. Un eco grande. No se tocan, los ecos, pero aún puedo jugar a imaginame Dios y hacerte exactamente Tú y entonces sí, por fin, probarte,
''a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca''.

sábado, 31 de mayo de 2014

a.m.

Me despierto porque te estrellas la mano abierta contra la cara y sin abrir los ojos dices nosequé de una hormiga que te ha mordido en un dedo, y también algo de que tengo dos hojas pegadas al pelo. Te miro a medias y se me frunce el ceño. ¿En el del oeste?, ¿nos estás soñando en el parque del oeste? A la vez que decido no preguntarte, te ríes con lengua y se te queda en el labio un rastro que brilla saliva. Como te brilla caigo en la cuenta de la persiana subida y el sol que va a ponerse a chillar a las siete, y pienso también en para quién está encendida en esta calle muerta la farola que hace que el labio te brille.

Mañana en el desayuno me aburriré mientras hablas de Chema el del curro. Te veré el amarillo dental que esta farola esconde y la barriga que a los treinta asumiste como propia. Tú tal vez me mires con ternura, porque tal vez esta noche has sido capaz de llevarnos hasta el parque, tumbarnos sobre el césped y besarnos como cuando besarnos era chaparrón y rascacielos y burbujas.

O puede que me cuentes que has soñado a otra, y reconozcas que ya no, que ya no me, y entonces, maldita adicción a lo estéril, sabes que seré capaz de convencernos del amor y retenerte en esta cama en la que ya no compartimos mas que tu parloteo onírico.

domingo, 11 de mayo de 2014

¡salud!

Cuando bebes sola,
en casa y sola–dijo-, ahí
es cuando lo notas, que no va,
que algo no va –dijo mi madre.

Así que ahora no puedo
alzar este ron cola y brindar
por la clínica en la que mamá suda frío
ni por mí
ni por el cabrón que me hace triste
(ya sé, estoy bebiendo sola hablando de un cabrón, y he dicho triste),
porque no quiero
porque la pena
me ha anidado en la costumbre.
Pero si algo vale, el tipo, es la pena.

Me convenció de lo inútil.
Miró mi trabajo y vimos la trampa
Me miró el vientre y supimos que estéril
Miró mis zapatos y noté que rotos
Se asomó a este cerebro, también, y entendí que no había nada
por entender acá adentro.
Me convenció hasta el desplome y pudimos
querernos una vez, sobre su suelo.

Pero me convenció
y ya no tuvo
argumentos para quedarse.

lunes, 21 de abril de 2014

ΟΥΤΙΣ

Casi seguro un día voy
y me muero.
Y tendría que decirte, mejor antes,
que eres el tipo más elaborado que conozco.
Qué cojones va a importarte, a ti,
que no suene romántico.
Tendría, pienso, que decirte
que no me haces feliz
y que te quiero.
Que gracias a ti descreo,
que no sé intuirte, que he cogido carrerilla hasta mirar
a la cara a los recuerdos de todo lo que no hacemos
y me gustan
y te tatuaría
en el perfil de uno de estos dedos. Por ejemplo.
Porque a lo mejor, va en serio, voy y me muero
de alguna de las formas de morirse
-por sobredosis de descreimiento o fanática o tarada o diñándola-
y me quedo sin contarte que soy
-orgullosa, triste, desorientada, desesperadamente-
la versión más acojonante que me conozco;
y que tienes suerte de serme el que eres
ahora que nadie más puede
despeinarme las tripas ni follándome en la rabia
que me tienen porque no les quiero.
Puede que esté bien que sepas
que contigo no sé qué está bien
que eres un genio
que pesas
que te daría de hostias
que te daría un hijo
que te la chuparía hasta dolernos.
Y así y no en ese orden. Por si me muero.


jueves, 6 de marzo de 2014

te dirá que ojo,
que yo no tengo nada en contra de las lesbianas,
que vamos, de la carrera,
conservo tres amigos gays,
homosexuales, me refiero.
que eso, que ella no,
vamos que,
que le gustan las,
pero que, ¿si lo fuera?
buah, seguro que contigo,
vamos que tú la primera,
sin duda,
que con ese cuerpazo
cabrona
que no engordas ni queriendo,
y que tan amigas, tía,
que ella no va a decírselo a nadie
y que perdona si alguna vez
he hecho algo que te haya confundido.

por la noche te va a desnudar
con la cabeza
y le vas a dar orgasmo o arcada,
incapaz de nada tibio,
bandera de otra opción
como si fuera una opción
serte.
en todo caso qué más da
estás en el gueto
sin rastro de ti
besando a un mamarracho con tetas.

martes, 24 de diciembre de 2013

fun fun fun

Celebráis nosequé parto
el cáncer que quitó de en medio al tío
la herencia que afiló vuestros colmillos
brindando en copas finas
partiendo caparazones de bichos
que nunca han oído hablar
de vuestro Dios.

Festejáis que el tío Paco
se emborracha para imaginarte desnuda
que a la abuela no le da ya la cabeza
para oír lo de tu aborto               ,
y mamá llora a escondidas
la ausencia del cabrón que fue tu abuelo.
Di familia con la boca espesa
finge que la espesan polvorones.

¡Salud!
por la nueva hipoteca del primo
por la claustrofobia del armario de Lucía
porque tu hermano no quiere saber quién eres
porque la virgen se está peinando
porque aún no te han embargado
porque papá tiene una hernia de hiato
porque la tía te ha regalado una crema
ideal para las primeras arrugas
y tu cuñado quiere hablar contigo
del fútbol y del frío.

después
de las diademas de reno
de las medias con carreras
y el vientre hinchado de muertos
y burbujas,
después,
inaugura otros tantos cientos de días
que tengan algún sentido.


domingo, 22 de diciembre de 2013

sábado, 30 de noviembre de 2013

Diciembre era lesbiana pero no.

Carmen camina nerviosa hacia la parada
de un autobús que prevé perdido.
Un pie sobre el hielo y un cuerpo entero
precipitándose espalda contra adoquines.

La espalda de Carmen sobre el suelo congelado
la columna de Carmen,
llenándose de grietas que se prolongan.
Ejército de termitas
conquistando un árbol viejo.

La cabeza rota, la sangre
(las manos de Isabel el lunar de su frente)
espesándose en el hielo.

Ahora ni aquel libro
ni la boda con Paco
ni Ernesto aprendiendo a decir las cosas,
ni el ascenso, ni las vacaciones
en ese Oviedo que no sabía llover,
ni siquiera
las tartas de manzana.

Solamente Isabel.
Los muslos de Isabel tras la falda
del uniforme a los catorce años.
Todos los besos que nunca le dio
haciéndose beso en la boca entreabierta,
ahora que el tiempo
es solamente una palabra.

viernes, 4 de febrero de 2011

tres-en-raya

Escucha: claro que todas, que Orión entero, que todas muertas. Y que esta luz es sólo memoria de estrella. Como las fotos que faltan, como nuestra maestría para el siamor después del noamor. Y qué cabrón, con esta forma de mirarme hoy (qué hacemos aquí, otra vez, tú y yo, y qué hacemos sin permiso para el tacto).

Todos estos años hemos debido hacer algo parecido a dejar un reguero de luz para alumbrarnos los cadáveres: tu canción nuestra de adolescentes suicidas, las pintadas de amor en aquel muro, tu cresta increíble mi culo aún perfecto.

Se ven bonitos. No te harás el triste tú sabías, que lo nuestro eran chispazos a fundido. Que dieciséis tiene más de número que de palabra y los números con piercing, haz la prueba, no son de fiar.

Pero eh, que estuvimos allí. Que lo vimos: Orión iluminándonos los pies hasta las dunnas. Tu cuerpo y el mío con su borrachera tibia, con la incredulidad de ser, de estar siendo, mayores y a medias.

Después aprendimos a odiarnos. Más después, tal que hoy, me miras y estamos tan lejos que me entra la risa.

Todas muertas, 16.

Pero eh: fuimos justo cuando su luz contra la arena (luz-cuerpo-luz-cuerpo-luz).



viernes, 28 de enero de 2011

Disparo en semiautomático

La horca de las medias abrazada a mis costillas. Trident engrudando adoquines, vuelta al gris. Où diables est la plage, más o menos. Un diccionario francés-español 5th printing 1984, printed in Switzerland. Octavillas blancas qué hay de mis revueltas universitarias. La acuarela del tío Emilio sobre un montón de cajas. Marroncísimas todas las cajas. Pero la palabra marroncísimo no está en el Diccionario. Que digas 'sí', 'sí', 'sí'. El autobús repleto de esquimales. Las 21:58 acotando el diálogo. Planear dar aire a lo espontáneo. Planearlo. Bailarme el espejo desnuda Narciso no sabía quererse. Llenarme el estómago de queso. Patear el trípode agarrarme la vida con las manos.

viernes, 7 de enero de 2011

berührbar

Me enamoré de él queriéndote muchísimo. Traía el café como tú, cada mañana; sin mediar palabra llegaba hasta mi mesa haciendo malabarismos que olían a nueve y media. Con esos ojos de querer arrancarme el sujetador con la boca. Yo abría el correo; tú, tu teclear lacónico a dos dedos, me contabais que anoche unas cervezas con Max y hoy libre a partir de las cuatro. Por ejemplo. Ein dicker kuss. Pero los besos por escrito no llegan a su destino, ya sabes.

Todo el calor del café de regalo. Como todo lo que me traía. Todo caliente, todo de regalo, tienes que entender: él, cada vez menos él, cada vez más parecido a lo que me quedaba de ti (tienes que acordarte: una vez fue tangible). La oficina se hizo nuestra casa. Yo me despertaba con el nudo del ombligo agigantado pensando en vuestros ojos de querer disolverme con saliva. Fue dejando de importarle que usara tu nombre para decirle mientras follamos. Tienes que comprender; todos se besaban en la calle.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Le arrojó el aceite sobre la cara

porque la sartén era lo que tenía más a mano. Podía haber sido diferente, podía haber fruncido mucho los labios hasta hacerlos finísimos, o incluso no haberle dado importancia a la forma en que su hija le estaba hablando. Pero sabía que es preciso ser firme para educar, que las madres solteras acaban por dejar que sus hijas se crean sus amigas, y que eso es un error.

Así que se le llenaron los ojos de ira, agarró el mango de la sartén, que se elevó en el aire de la cocina como impulsada por un ímpetu divino, como siguiendo una orden superior a aquella escena casera y diminuta, giró su muñeca de la forma en que lo hacía en las pistas de paddel y empujó la pelota, mantén la vista fija en la pelota, sólo que en lugar de aquella bola amarilla un líquido sepia se estampó, junto a varios pedazos de merluza rebozada, contra el rostro de Patricia, quien apenas tuvo tiempo de cerrar instintivamente los ojos. La decisión de no denunciar a su madre tuvo que ver con el acuerdo al que ambas llegaron, por el cual ésta debía internarse en un psiquiátrico el tiempo que los médicos estimaran oportuno.

Ahora Patricia abre un sobre que no lleva nada escrito en el remite. Su madre le pide disculpas-Patricia recuerda el llanto histérico camino del hospital, la preocupación de su tía Marisa cada vez que sonaba el teléfono, obsesionada con que su hermana se fugase y pudiese ir a ver a la niña mientras ella y su marido trabajaban-, habla de ciclos superados, de reencuentros imposibles. Dice que los médicos están contentos, que ella está contenta, dice que su vuelo sale temprano, que nunca se perdonará.

Patricia deja caer la carta al suelo. ''Ella está contenta''. Busca en un cajón del armarito del cuarto de baño el espejo de mano que decidió, nunca supo porqué, conservar. ''Ella está contenta''. Lo aleja lo bastante como para que le quepa toda la cara en el reflejo. ''Ella está contenta''. Ahora son sus rodillas las que chocan contra el suelo, junta las manos, se desespera por recordar cómo rezaba cuando era una niña, pide con todo su corazón que ese avión se estrelle.

viernes, 3 de septiembre de 2010

cariño.

He decidido darte permiso
(como si pudiera yo darte permiso,
como si por escrito funcionase así)
para empaquetarlo todo y aplastarme
con kilómetros
si algún día te discuto mientras digo cariño-mi amor-mi vida.
Y pide explicaciones a esa
en la que me habré convertido
(que te diga dónde estoy, qué hizo de mí)
si-ya los pezones tristes ya tus ojeras crónicas-
me acostumbro a llamarte papá.

jueves, 2 de septiembre de 2010

El infinito es una cosa gigantesca

Nuestro encuentro, siempre, en el reposabrazos del sillón. Las cintas con tu voz y tu memoria. Maitechu mía, el toro con su luna. Las torrijas, las patatas en su punto en la tortilla. Mi vaho limpiándote los cristales de las gafas para ver de cerca, tus carcajadas con sabor a Cinco Estrellas y humo de Malboro. Demasiado pronto para contarte aquí, en cualquier sitio. Me dueles, me tranquilizas. Todos los homenajes que van a quedarse diminutos. Todo lo que no va a terminar de pasar nunca.

martes, 20 de julio de 2010

Estabas al otro lado,






esté donde esté el otro lado, de mi teléfono móvil. Tenías la voz en cuclillas para no molestarla, ella dormía la sobremesa en el sillón.

No era capaz de identificar la pulsión que te había llevado a marcarme sobre la pantalla táctil, pero fui feliz: me ofrecías en exclusividad todas tus risitas, que adoptaban forma de susurros; construías aquellas frases sólo para contarme. Tu casa, seguro, se mantenía en suspensión sobre el instante en que te decidiste a llamarme (imaginaba la prudencia de la cafetera, achicharrada por las llamas, sin querer silbarte auxilio por no interrumpir. Mis CornFlakes se estaban haciendo papilla, dóciles, sumergidos en leche templada).

Yo no encontraba el papel en el que me había preparado argumentos con los que tratar de arrancarte una de cine, un polvo, un helado. Me quedé un rato callada (piensa, piensa, vamos, tiene que ocurrírsete algo de lo que hablar), esperando que tú tuvieras muchas cosas que decirme. Como también te callaste, tuve miedo de no estar resultando lo bastante interesante. Entonces dijiste algo así como que era bonito todo el silencio que me rodeaba, que te gustaba escucharme respirar.

Y sin embargo colgaste en dos minutos. Creo que escuché un bostezo suyo. Te estaría mirando desde su desperezarse lánguido y sentirías el impulso súbito de abrazarla, o la culpa ensuciándome la voz, la no voz, incluso. Pero podías haber dicho algo, haberte despedido en condiciones. Sabrías inventar un montón de excusas, seguro que sabrías cómo hacerlo.

Creo que prefiero que no vuelvas a llamarme. Toda tu realidad, escapándoseme, se hizo humo denso en mi nariz y en mis pulmones. De madrugada me dio un temblor que no se curaba con mantas, y me enfrasqué en construcciones mentales de sus piernas, convertidas en anacondas brillantes, reptando por las tuyas. Anacondas rodeándome el cuello hasta oírlo decir crack.







(foto de Makabresku)

martes, 13 de julio de 2010

Sabías de sobra que ella iba a

bajarse las bragas despacio, metiéndose las manos por debajo de la falda en un intento torpe por que no vieras nada. Sabías que cuando estuvierais solos se le iba a olvidar esa forma lasciva de mirarte, iban a notársele los diecisiete. Los juegos de seducción que te había dedicado durante meses, llenándote la cabeza y la bragueta de fantasías, quizás no eran más que ensayos para su manual de coqueteo, quizás sólamente un reto.

No eras de los que se limita a soltar su verborrea en clase y corregir exámenes. Tú te preocupabas por conocerles, les buscabas en el patio para saber qué tal iban las cosas en casa, medías el tiempo de manera que siempre quedase espacio para preguntas y debates. Con ella también habías sido atento. El primer día de clase le adivinaste el relleno del sujetador debajo de la camiseta.

Recogiste las bragas del suelo. Estaban echas un burruño delante de sus pies. Al agacharte respiraste con discreción sus piernas, y ese olor suave a sexo adolescente. Ella bajó la mirada hasta tus manos, curiosa e inquieta por saber si tocarla entraba en tus planes. Tú te levantaste despacio, a menos de medio metro de ese cuerpecillo inmóvil. Tenía los labios rojísimos por culpa de la piruleta, y se los humedeció con la lengua en cuanto te tuvo en frente, simulando pudor en su descaro.

Habrías devorado su ropa interior en cuestión de segundos, habrías exprimido su olor y te recorrerías toda la piel con ese pedazo de tela. Y lo habrías hecho delante de ella, que podría haber salido corriendo, pero también podía ser que se excitase.


- Vete.
- ¿En serio?
- En serio.
- ¿Me las devuelves?
- No. Y no voy a quitarte el ojo de encima durante el resto del día. Te advierto que suelo saber de qué color son tus bragas cuando cruzas las piernas en clase.


domingo, 27 de junio de 2010

Fotografía incontable

Ahora pasa una gran nube blanca. Como todos estos días, todo este tiempo incontable. Lo que queda por decir es siempre una nube, dos nubes, o largas horas de cielo perfectamente limpio, rectángulo purísimo clavado con alfileres en la pared de mi cuarto.

Fragmento de Las Babas del Diablo, Julio Cortázar


 








Si esto puede sonar, sonó así:
(a Cortázar, pero también a amor)


jueves, 24 de junio de 2010

Por culpa de Rodin

pienso en la piel fría, en el orgasmo frustrado, en la herida del labio auto-mordido.

Se me antoja que todavía gritan pidiendo auxilio. Que no pueden soportar estar muertas siendo tan arrebatadoramente bellas. Tanta quietud frenando el insoportable impulso de la acción. Que suplican juntar los labios, notar los latidos contra el rostro, empaparse de los dos, retorcerse hasta llenar todos los huecos, tornando la rígida dureza a carne blanda que se aprieta contra carne blanda.

miércoles, 23 de junio de 2010

Destriparse

''Ni tan arrepentido
ni encantado
de haberme conocido''
'Y sin embargo', Joaquín Sabina

A lo mejor no queda otra que acostumbrarse al chillido del yunque, al miedo, inagotable miedo de la no fuerza. A las nostalgias crónicas y a las súbitas, al mareo, al puño incrustante, incrustado de uñas antes del examen. A la incomunicación, los embates de ira, las reminiscencias de adolescente incomprendida. Quizás deba gustarle decir siempre 'de' después de 'casa', haberse librado de ese convencionalismo estúpido del cuarteto. Lo suyo es que asuma que es aburrida, que no ha leído tanto y que no leerá lo suficiente. Que deje de enfadarse si descubre que prefiere a Sabina en el altavoz (sin saltos ni toros ni putas ni Atleti), o que no sabe contener la pena inopinada, o que es jodidamente pedante. Seguro que es más fácil perdonarse lo frágil, que baste de pelear con aviones con casis con celos con números con la finura de todas sus pieles. No alimentar más la culpa del viaje de la llamada de los cuernos de los quince del pudor del exhibicionismo. Reconciliarse con su estúpida su tímida su sosa su trágica su decepcionante su cobarde. No quererse tanto que crea que puede, que debe ser mejor. No parapetarse tras el lenguaje.

miércoles, 9 de junio de 2010

La cita

Las escaleras mecánicas sonaban a hojalata arañada con un tenedor. Nunca había dado con la explicación de que se formen esos torbellinos a la entrada -a la salida- del metro. Y nunca le había importado. Pero hoy era vital no estropear el peinado: pelo suelto, brillante, bien planchado.

La falda de flores diminutas y moradas bailaba sobre sus muslos. Acariciándolos. El viento le erizó los poros de las piernas, y la escena le recordó a alguna película que no recordaba haber visto. El maquillaje de los párpados entorpecía, algo pegajoso, el pestañeo largo, brillante y oscuro. Esa mañana el agua de la ducha había salido muy fría. El café había sabido muy fuerte. El corazón no acertaba con el ritmo. Pero no pasa nada, respiró tres veces seguidas hinchando el diafragma: no pasa nada, no pasa nada, no pasa nada.

Ya en el vagón, abrazó con las dos manos la barra azul vertical que le hacía sentirse como una stripper. Tuvo ganas de girar en torno a ella, de subir y bajar con su lengua tragándose todas las huellas dactilares del día. Hoy no, hoy eres una dama, y apretó los labios hasta lograr acomodarse en la exquisita apatía ensayada en el rostro. Esa apatía que hacía posible no atender las miradas intensas de la gente idiota y los babosos.

Próxima parada, la suya. El estómago se agitaba debajo del vientre como si alguien estuviera haciendo la colada ahí dentro. No vayas a echarte atrás. No pasa nada, no pasa nada, no pasa nada. Salió de la estación y el sol se le estampó contra la cara.

Escuchó sonar un móvil. En seguida se dio cuenta de que era el suyo, lo sacó del bolso y se quedó un momento leyendo el nombre en la pantalla. Titubeó al responder:

- ¿Sí?

- ¿Jaime?, soy mamá... ¿dónde andas?

- Llegando... creo

- Me vas a perdonar, de verdad, pero es que me han traído otro montón de licencias por firmar y me es imposible escaparme de la ofi. ¿Te importa si nos vemos otro día?

- Bueno, es que te dije que...

- Ya mi vida, si sé que era importante, pero seguro que puede esperar, ¿a que puede esperar?



***

Junto a la boca de metro hay un Peugot gris con el motor apagado. Dentro, Lourdes se muerde las uñas pegada a un teléfono móvil. Cuando cuelga apoya las manos sobre el volante. Los ojos cascada y la barbilla temblona como cuando tienes mucho frío. Vuelve a marcar, esta vez para llamar a su marido.

- No he podido, Gonzalo.


Y Gonzalo no le dice que Lourdes, joder, es nuestro hijo, ni le dice tampoco que Lourdes, joder, es nuestra hija, ni le dice todos los insultos que se le ocurre decirle. Gonzalo le dice claro, amor, no tengas prisa.

lunes, 10 de mayo de 2010


Entierro las yemas en lo profundo se me llena el hueco de las uñas de arena me diluvio aprieto ni por esas me crecen las raíces.

Tengo los pies de mudanza arañando el plástico de cada invernadero.

sábado, 1 de mayo de 2010

Carne trémula



He estado mirando la foto
que nos hicimos imitando
la portada de Almodóvar.
He visto en ella las estrías
el vello oscuro
los puntos negros
mi cardenal redondo.
Me he notado ancha,
te he notado flaco.
Conservo en la foto
la marca del tanga,
y tengo más culo que tú.

Nuestra portada está llena de carne.

Tu sexo halla en mi vientre
el cobijo exacto.
Debajo de nuestros cuerpos
sin ropa
están la sábana las prendas desprendidas lo húmedo.
He respirado la foto
y me ha olido a nosotros
tiernos, salvajes, intensos.
Me ha olido intenso a nosotros.
He recordado tu boca en mis pies,
la mía en tus piernas,
tu brazo estirado para retratarnos
así:
con la carne quebrada,
grasa, seca, sucia.
Así: con la piel que acaricia,
suave, tersa, deliciosa.

domingo, 25 de abril de 2010

Este tiempo que nos pesa

o nos apremia no existe.
O existe y no logro entenderlo.

Te conté, entre tus patatas fritas
y mi gazpacho sabor comedor,
que estaba pensando en eso del Hoy. Dije:
No existe nada más que ahora.
Esa idiotez a la que llamamos pasado se fué
en el instante después de pasar.
Y eso del futuro ni existe
ni existirá nunca.
Se hará hoy, será ahora, y después nada.

Me preguntaste, secándote los labios
después de un trago de agua,
qué entendía por instante.
Me previniste: te voy a descolocar más. Dijiste:
Ahora no existe tampoco.
Se está consumiendo al tiempo que es.
Y ya no es. Y todavía no es el próximo segundo,
si es que nos atenemos a ese invento,
tonto y nuestro,
de acotar el tiempo en segundos.

Tiempo (tiempo) de postre. Natillas con galleta.
Hablamos de los mayas y me dio mucho vértigo
eso de caminar de espaldas al futuro
(que no existe),
nostálgicos crónicos mirando al pasado
(que no existe).

Nos levantamos de aquel barullo
de universitarios con las bocas llenas de
ruido y comida.
Y pensaba, agarrada a tu cintura,
en nuestro viaje a Toledo (que no es. Pero las fotografías),
en la cicatriz de mi mano (obcecada en seguir siendo,
evidencia de que hubo otro tiempo),
en el imen que no tengo.

Y se me ocurrió escribir
un estúpido poema
(de esos míos tan prosísticos)
para tratar de entenderlo mejor.
Y se me acaban las líneas
pero continúa el vértigo.


domingo, 18 de abril de 2010

Cartas a Milena


Ya desde el primer renglón
jugué a hacerme la despistada.
Y les hablaba a todos
del pudor que me invadía
al leer tus cartas
para Ella. Sólo para Ella.
Y qué hago yo
en medio de tu firma
que se ha reducido a 'Tuyo'
y no te refieres a 'mío'.

Pero quiero confesarte algo,
Franz,
ahora que no puedes enfadarte:
soy una voyeur hambrienta,
''y en ese momento no es a ti quizá a quien amo, sino a ese destino que me has regalado''.
El lenguaje es una piel: yo froto mi lenguaje contra el otro. Es como si tuviera palabras a guisa de dedos, o dedos en la punta de nuestras palabras. Mi lenguaje tiembla de deseo. Por un lado, todas esas palabras subrayan discretamente un único significado: ''yo te deseo''; y lo alimentan lo ramifican lo hacen estallar...por otro lado envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo...


Fragmentos de un discurso amoroso, Roland Barthes

sábado, 17 de abril de 2010

'Travesuras de la niña mala'

página 375. última palabra: bueno. segundos antes, mi mano sobre los párrafos finales, porque mis ojos siempre se intentan adelantar hasta las líneas que cierran la novela. a veces lo consiguen y me enfado muchísimo. se acabó. esta sensación, de una pena contentísima, en mí no es muy habitual. ya sé que soy demasiado exigente con los finales. y este tío no es creíble. y qué. ahora 'huachaferías' es una más de mi diccionario. y tú dices que quiero ser peruana. y que me gusta escribir sobre sexo. pues ahí va: los buenos finales en los libros me recuerdan muchísimo a los orgasmos.
(y quizás eso de adelantarme a las últimas líneas sea como fingirlos. sí)

miércoles, 7 de abril de 2010

Hoy les veo como a muertos inminentes les sonrío me proyecto en sus arrugas me estremezco

domingo, 4 de abril de 2010

.

Hay una parte en mí tan
totalmente terrenal,
tan de estar por casa,
tan de cualquier barrio.
Esa parte que no cambiaría nada
de las señoras cotilleando
mientras compran el pan;
esa que, encantada,
tararea canciones de Zahara
la popera. Y se sabe varias letras
de memoria.
Hay un algo en mí que se cansa
de buscarle a todo
su aquel
su más allá
su trascendencia.
Tengo una parte que disfruta
hablando de recetas,
de amores y de rupturas,
de tender la ropa.
Soy muchos ratos una de esas,
que no quiere en este instante
poesía.
Ni rimar ni ser distinta.
Ni ser distinta.

jueves, 25 de marzo de 2010

Llorona

Elena era una auténtica llorona. En su familia todos lo sabían, y no se conmovían por su llanto dulzón al abrir los regalos de reyes. Desde niña le dio por llorar casi por cualquier cosa, así que sus padres fueron comprendiendo que sus quejidos no significaban, necesariamente, ni 'sueño' ni 'comida'. Pronto, Elena desarrolló la habilidad de continuar haciendo lo que fuera mientras se empapaba las mejillas.


Llorar viendo el telediario no hacía de ella alguien especial. Tampoco la hacía distinta el llanto de después de rajarse el dedo con el cuchillo mientras cortaba zanahoria, ni el de El jardinero fiel, ni el de las despedidas al filo de un andén en la estación. Pero Elena lloraba cuando aprobaba un examen (y cuando lo suspendía), y mientras le daba ochenta céntimos al señor que tocaba canciones de Guns N' Roses en el metro de Sol (notaba la incomodidad de aquel hombre, que se sentía humillado cuando ella se acercaba compungida hasta la funda de su Ibanez). Lloraba al perder el autobús y también cuando hacía mucho frío.

Tenía los ojos enrojecidos y la cara mojada, pero trataba de limpiarse las lágrimas para poder seguir leyendo. Marta se fijó en ella desde lejos, al verla sentada en aquel banco de piedra y descompuesta frente a un poemario de Luis García Montero. Le atrajo como un imán, y cuando estaba lo bastante cerca dijo: ''no me creo que puedas ponerte tan triste leyendo Completamente Viernes''.
Quedaron el viernes siguiente, y al otro, y después llegó el fin de semana y Elena lloró tras hacer el amor por primera vez. Marta se había acostumbrado a su constante gimoteo, y ella se esoforzó por demostrarle que adoraba cada día que pasaban juntas. Después de un par de meses en los que los besos sabían siempre a costa, Elena empezó a notar que, en ocasiones, pasaba días enteros sin derramar una lágrima. ''Creo que me estoy enamorando de ti'', le tiritó. Marta la abrazó fuerte, con tanta emoción que notó cómo se le humedecieron los ojos. Al verla llorar, Elena también lloró. ''Creo que me has contagiado'', sonrió Marta.
[Foto: Man Ray]